miércoles, 16 de marzo de 2011

Una espeluznante historia bíblica.



La inmensa mayoría de los venezolanos, hemos crecido en un sociedad fundamentalmente Católica, por ello hemos sido bombardeados, desde muy chicos, con principios éticos bíblicos y demás cuestiones religiosas que han formado nuestra idiosincrasia y cultura. Hoy me he decidido a tratar un tema verdaderamente espeluznante, y que me hace preguntarme ¿Cómo cuentan estas historias a niños en edades que su desarrollo racional no les hace capaces de cuestionarlas?, ahí está siempre el truco de la religión, entrar en la vida de las personas cuando las personas no tienen las armas para evitar esa entrada.

Bueno, sin más preámbulos sigamos con el tema que me compete. La historia a la cual me refiero es aquella que narra el sacrificio humano exigido por Dios a Abraham, el sacrificio de su propio hijo, analicémoslo. Cito desde Wikipedia:


“La Biblia contiene un relato acerca de un sacrificio humano no consumado, cuando Dios ordena a Abraham ofrecerle sacrificio a su hijo Isaac en un monte ceremonial (Génesis 22:1-19). Abraham se dirigió con Isaac hasta el monte sin decirle que él sería el sacrificado y luego de que éste juntara la leña para el holocausto lo ató, lo puso sobre el altar y se dispuso a degollarlo con un cuchillo. En ese instante fue detenido por Dios quien le dice que no mate a su hijo porque «ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único».”


Después de haber de haber leído éste fragmento no me queda más que empezar a hacerme preguntas, y por su puesto, a tratar de respondérmelas, ¿Qué empujo a Abraham a cumplir tan obedientemente la petición de su Dios? ¿Será el sacrificio de su hijo un acto verdaderamente posible racionalmente? ¿Es Abraham la personificación de un Valor o de un Antivalor?

Tratando de dar respuesta a nuestra primera interrogante, hay que analizar algunos factores de suma importancia, como son por ejemplo: el amor por el hijo, el amor por la divinidad. Sin duda alguna podemos decir reiterativa e inequívocamente que el amor de Abraham por Isaac es prácticamente nulo, cualquier ser racional que ha establecido bien sus valores pondría primero que nada a su hijo por encima de cualquier voluntad, sea esta humana o divina, que pretenda hacerle algún daño. Así que considero aberrante el amor a Dios por encima de todo, por ser una sumisión tiránica y esclavisante. Entonces creo que hemos respondido la primera de nuestras preguntas: Abraham cumplió el mandato de Yahvé por falta de amor por su hijo y por un excesivo amor hacia la divinidad. Con esto además damos respuesta también al segundo problema planteado, pues considerando lo antes dicho, no es una actitud racional sacrificar lo más valioso para nosotros, por una simple y caprichosa petición de un ser ajeno a nuestro plano vital.

En la escuela, cuando somos preparados todos los niños de familias católicas para hacer la primera comunión, nos es presentado Abraham como un valor en sí mismo, y como un hombre sabio y bondadoso que confió en Dios y estaba dispuesto a sacrificar a su único hijo, por la simple voluntad de éste. Pero hoy, convirtiéndome yo en revisionista de aquel bombardeo religioso del que fui objeto, estoy cada vez más convencido de que Abraham personifica más a un Antivalor que a un Valor. La personificación propia de lo valorado en esta historia está en el hijo, ese es el verdadero Valor, la persona amada, y escoger la muerte de lo que se ama constituye una aberración antinatural, que va contra el orden más básico de nuestra humanidad, el cual es la protección de aquello y aquellos que amamos y que por tanto defenderemos de cualquier circunstancia que amenace su existencia y su bienestar.

Ninguna de las opiniones aquí expresadas buscan herir la susceptibilidad de nadie, solo son un análisis desde mi punto de vista, cualquier creencia contraria es plenamente válida y respetada. Un agradecimiento especial a Ricardo Connett, sin él jamás se me hubiese ocurrido pensar sobre este tema y mucho menos escribir estas líneas.

martes, 15 de marzo de 2011

Libertad como cuestión ética.

Está muy de moda en nuestros tiempos hablar de libertad y de la imperiosa necesidad de llegar efectivamente a ella. No cabe duda de que la libertad es un tema de suma importancia que se suele tocar siempre desde los puntos de vista jurídico, político y social; y no como un tema ético, que según creo, es aun más necesario de estudiar.

Es cierto que los seres humanos nacemos libres y debemos permanecer libres, pero ¿Qué es ser libre?, ¿Somos realmente libres?, ¿Cuál es el límite de nuestra libertad?, esas son cuestiones que, inexorablemente, cualquier ser racional debería preguntarse en mayor o menor medida.

Primero que nada empezaré con lo que significa ser libre para mí. Ser libre es poder “elegir” sin más limitaciones que la de los derechos inherentes a las demás personas que nos rodean, además de esto la libertad no es un concesión como lamentablemente solemos creer, sino por el contrario un arte que depende de nosotros, es una cuestión que amerita el empleo de una técnica, que afortunadamente, solo podemos desarrollarla nosotros muy dentro de nuestra subjetividad. Además la debemos saber administrar de la manera más adecuada posible, ¿y cuál será la manera más adecuada?, pues la más beneficiosa y menos perjudicial para nosotros.

Para tratar de dar una respuesta oportuna a la pregunta de si realmente somos libres o no debemos tener en cuenta diferentes puntos relevantes, como por ejemplo el jurídico. Desde este punto de vista somos verdaderamente libres, por que las leyes así lo establecen, pero ahora veámoslo desde el punto de vista ético. Si lo analizamos desde dentro la ética nos damos cuenta que objetivamente existen ciertas cosas que limitan nuestra libertad. Así que tenemos dentro de este grupo de limitantes a: los miedos, las creencias religiosas y las imposiciones sociales.

El principal miedo que se nos presenta a la hora de hacer ejercicio de nuestra libertad, es el miedo a la responsabilidad que acarrea ser libre, como bien ha sabido explicar el filósofo Fernando Savater palabras más palabras menos “la gente suele pedir a gritos libertad, pero por dentro se alegran y dicen “Ay, menos mal que no lo soy”, y esto es porque siempre suele ser difícil tomar las riendas de nuestra vida y aceptar la responsabilidad que la misma acarrea.

La Religión por su parte, son una serie de premisas básicas que además son excluyentes y por lo tanto limitan nuestras elecciones, y son excluyentes porque no aceptan ser relevadas por otras so pena de un castigo celestial, que nos será impuesto por Dios al momento de nuestra muerte.

Por último, y quizá hoy en día, la limitación más grande que nos aqueja desde el punto de vista ético son las leyes morales pertenecientes a la sociedad, las cuales son impuestas a través de sus costumbres y culturas propias. Esta limitación es adquirida en los primeros años de vida por el individuo en la medida que se va relacionando con otras personas y aprendiendo de éstas sus costumbres, con las cuales moldea su personalidad de acuerdo con los ideales sociales del lugar y el tiempo en el que vive.

Desprenderse de estos paradigmas pertenecientes a estos tres grandes grupos no es tarea fácil, sin embargo dependerá del individuo, en la medida que desarrolle su capacidad de pensamiento racionado, hacerse con las costumbres que le parezcan más apetecibles y rechazar en su totalidad o en parte, las que considere poco beneficiosas o perjudiciales para su “Ser”. Les invito a todos a cuestionarse, a desechar y a adquirir nuevos paradigmas en la medida de que los mismos nos sirvan para nuestro crecimiento personal, que obviamente, no estará marcado por pautas impuestas por nadie, sino por nuestras propias decisiones. Seamos libres.

Luis Landa

Twitter: Luis_Ale_Landa